Tertulias Pisqueras "“En ICA hincha la bota y pica”

De Los Lugares Propicios a La Vid y al Pisco

Parte III

El actual departamento peruano de ICA, fue reconocido como tal por decreto del 30 de enero

de 1866. Tiene una superficie de 21,327.86 Kms, y su capital es la ciudad de ICA. Consta de cinco provincias: Chincha, Pisco, ICA, Palpa y Nazca. La ciudad colonial se fundo en el siglo XVI 
durante el gobierno del virrey Diego de Zúñiga y Velasco, conde de Nieva, en un asentamiento 
que formo parte del antiguo señorío de Chuquimancu y en el área de influencia de las culturas 
Nazca y Paracas, dos de las más altas expresiones culturales de la época preincaica. Las 
primeras noticias sobre le valle de ICA figuran en la Relación de Miguel Estete (1534), así como en la que sobre el sitio del Cuzco, se imprimió sin firma y donde se consigna que “había ido un vecino de la ciudad de los reyes a un pueblo suyo que se dice ICA, cinco leguas de Limanasca, a traer bastimentos”.

En carta fechada el 10 de septiembre de 1563, el conde de Nieva expresa al rey de España su 
decisión de fundar la ciudad: “He ordenado que en los términos de esta Ciudad de los Reyes 
(Como entonces se nombraba a Lima), a cuarenta leguas de ella en un valle que se dice ICA, se haga un pueblo de hasta cuarenta españoles, que los mas de ellos han servido a vuestra majestad en esta tierra, a la cual llame Villa de Valverde”.

El acto histórico de la fundación de la villa de Valverde parece que corrió a cargo del capitán 
Jerónimo Luis de Cabrera y que se efectuó en el pago de Tacaraca. No ha sido hallada el acta de fundación de la villa, por lo que es imposible saber el nombre de los cuarenta españoles que intervinieron en la solemne ceremonia. Tiempo después su nombre fue cambiado por el de villa de ICA, en virtud de una Real Cedula expedida por Felipe IV.

A mediados del siglo XVIII, Cosme Bueno, el erudito medico español radicado en Lima desde sus mocedades, dio noticias puntuales sobre ICA en su Descripción de las provincias pertenecientes al arzobispado de Lima: “Confina por el Este con las Provincias de 
Castrovirreyna y de Lucanas, por el Sureste con la de Camaná; por el sur con esta misma; y por el Oeste con el Mar del Sur. Tiene de largo Norte Sur 50 leguas, y de ancho Este Oeste 24 por donde más. Su temperamento es algo más caliente que el de Lima. “ Agregaba que la provincia se componía de diez curatos: “el primero hacia el norte es el de la villa de Pisco, que fue una población muy buena antes que fuese saqueada el año 1685 por piratas ingleses y maltratada por el temblor de 1687, en que el mar la inundó en parte”.

Ya a finales del siglo XVI, fray Reginaldo de Lizarraga había proporcionado informaciones de la 
mayor importancia acerca de la actividad agrícola dominante en el valle de ICA: “otras seis 
leguas dista el valle anchísimo, largo de ICA, doce leguas de la costa del mar; Pobladísimo de 
muchos “algarrobos” muy gruesos con un río no muy grande, con muy buena agua y fuera 
mucho mayor si no se trasminara por todo el valle; por lo cual las heredades que hay en este 
valle, muchas y muy buenas, de viñas y demás mantenimientos, no tiene necesidad de mucho 
riego. El vino, que aquí se hace alguno es muy bueno, de donde, porque en el mesón del pueblo no hay recaudo para los caminantes, ya es común sentencia: en ICA hincha la bota y pica. Fundóse aquí un pueblo de españoles; algunos de ellos son ricos de viñas y chacaras, sus casas llenas de todo mantenimiento”


Esta situación privilegiada se debía no solo a la singular ecología del lugar; si no también al hecho de que durante el dominio incaico, el inca Pachacutec había ejecutado importantes obras de irrigación, entre las cuales es fama que se hizo el acueducto de la Achirana, canal que riega las tierras de Tate, situadas a 8 kilómetros al sur de ICA. Lo que se echaba de menos, como en el caso de Pisco, era la falta de comodidades o de hospitalidad para los forasteros; de ahí la sentenciosa conseja: “en ICA hincha la bota y pica”. Aunque se daba a entender que ese era lugar de paso, se recomendaba al viajero hacer un alto para proveerse del buen vino lugareño.

ICA, decía Cosme Bueno en su antes citada Descripción de las provincias pertenecientes al 
arzobispado de Lima, “es abundantísima de viñas, creciendo en muchas partes las cepas, y 
dando fruto con solo la humedad interior de la tierra, pues solo llueve en ella del modo que 
dijimos en Lima y en las demás provincias de la costa. Sus vinos y aguardientes se llevan por 
mar y tierra a Lima, Panamá, Guayaquil y otras partes y se abastecen también algunas provincias de la sierra”.

Por cifras, datadas en 1838, sabemos que en ese año se produjo un total de 192,000 arrobas de aguardiente de uva corriente en las zonas de Chincha, Cóndor, San Miguel, Chunchaga, Ollas, Secta, Molino y Nazca; 2,500 de pisco Italia; 2,000 de pisco moscatel y 2000 de vino.
José Maria Córdoba y Urrutia informa, en 1839, acerca de los niveles de producción de 
aguardiente de uva. Córdoba fue apoderado fiscal en la acotación de patentes y predios urbanos de Lima, así como contador del tribunal Mayor de cuentas. Tuvo, por tal razón, acceso a inventarios, índices, estadísticas y otros documentos, en base a los que elabora importantes 
estudios estadísticos. 

En su informe señala que en el pago de Tacaraca, sitio en el valle de ICA, se producía “uva negra que desde el año 1606 hasta el presente se ha notado dar buenas cosechas y se cree ser una de las plantadas por Francisco Carabantes que las introdujo en 1556 antes de fundada la primera población”. Indica también que “el distrito de Lunahuana, al oeste de Cañete, distante siete leguas, produce poca cantidad de verduras y hortalizas por dedicarse sus vecinos con mas esmero a la siembra de viñas, sacando al año de 4,000 a 5,000 botijas de aguardiente y regular vino, que da 506 botijas.” Córdoba y Urrutia señalan que en el distrito de Pacarán los viñales rendían de 2,000 a 3,000 botijas de aguardiente en cada cosecha y que en las haciendas de Pisco, situadas en la quebrada de Humay, llamadas San Antonio, Montesierpe, Pallasca, Miraflores y Huaya se recogían 800 botijas de aguardiente al año, y de 6,000 a 7,000 botijas en las del valle del Cóndor, denominadas San José, Francia, San Jacinto, Mansilla, Cavero, San Juan, palto, Santa Cruz, Urrutia, Cóndor y Vallejos.

Apreciable cantidad daban también los fundos San José y Bernales, Monterola, Pomar, Rosario, Casa Concha y Floresta, del valle de Chunchaga: se obtenía anualmente de 3,000 a 4,000 botijas; en cambio, en las haciendas Congos, Núñez, León y Capa Azul, del valle de San Miguel, la producción anual era solamente de 1,000 a 1,500 botijas.

La vid, que había modificado el paisaje en los valles de la faja costera, fue transformando 
parajes cuyo distintivo común había sido el arenal –“interrumpido por trozos de palmares y 
guarrangales”-, convirtiéndolos en extensas campiñas que verdeaban todo el año. Los altos 
niveles de producción que alcanzaban sus cosechas habían sido logradas merced a importantes modificaciones en la vida del lugar, ya que no solo demandaron arte agrícola, sino también, tecnificación creciente y la organización de las haciendas como eficientes unidades productivas, capaces de dar impulso a las actividades industriales y artesanales conexas. Al respecto, es interesante el testimonio que ofrece Pedro Félix Vicuña, padre del historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, en un folleto titulado Ocho meses de destierro o cartas sobre le Perú, publicado en Valparaíso en 1846. Vicuña había arribado a Lima, procedente de Santiago, en abril de ese año en condición de desterrado. Era amigo de Domingo Elías, político iqueño de marcada figuración, quien le brindo generosa acogida. Después de algunos días de permanencia en la capital, Vicuña decidió visitar ICA con un grupo de amigos peruanos, entre los que se encontraba el propio Elías. En la primera etapa del viaje llegaron hasta Chincha hospedándose en la hacienda “Laran” propiedad de Antonio Prada. Por entonces, “Laran” producía –según registra Vicuña- 20,000 panes de azúcar, 5,000 pesos de chancaca al año y 400 galones diarios de ron. 

Contaba con 400 negros para las labores del campo, quienes, según se decía, eran tratados “con dulzura”.

Estas cartas que Vicuña dirigió a su esposa, escritas a manera de diario, contienen noticias como esta: “Llegamos a otra hacienda de Elías llamada “Urrutia”, de poca extensión, como son todas las propiedades de Pisco, pero toda cultivada de viña, que le producía dos mil botijas de 
aguardiente, y cuando la parte nueva este en producción espera recoger tres mil botijas que son 36 mil pesos”. Cuando se refiere a ICA, es de destacar su observación de que la viña es la 
“principal riqueza del lugar”. Hombre minucioso, atento a todo lo que significase progreso y 
ahorro de esfuerzos inútiles en la actividad diaria, Vicuña relata con entusiasmo un 
procedimiento cuya practicidad gana atención: a las viñas se las acondicionaba “en cajones 
formados de la tierra misma, de mas de una vara de hondura, bien horconados y cuando viene en la sierra la estación de las lluvias, y bajan los ríos, están prontas las acequias y se llena de agua aquellos cajones que podrán contener hasta dos mil plantas, y se deja el agua empozada hasta que se consume con este solo riego”.

Continuara...

Tomado de: Crónicas y Relaciones Que se Refieren al Origen y Virtudes del Pisco
Bebida Tradicional y Patrimonio del Perú
Banco Latino 1990
Lima Perú


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